sábado, 18 de junio de 2016

Las Maravillosas Casas Flotantes en el río Itaya en Belén




En la parte baja del mercado de Belén, se encuentran las famosas casas flotantes. 

Durante en camino al embarcadero, pude contemplar el ánimo y gentío de esa zona de Belén. Casas de vivos colores,con motocarros aparcados en sus puertas y niños jugando por sus peldaños de madera y terrazas
Casi todas en su parte baja tenían almacenado algún producto agrícola como tomates o bananas.

Muchas casas también tenían hamacas amarradas a sus vigas.  En una, un par de niñas  conversaban divertidas.
Algunos comerciaban en plena calle el precio de un gran racimo de plátanos.

Al llegar al embarcadero de Belén y antes de subirnos a la barca que nos llevaría por los vericuetos del río Itaya, pudimos ver como llegaban algunas barcas y barcos con mercancía. En uno de ellos los hombres descargaban grandes cantidades de plátanos atravesando una rampa de madera del barco a tierra. Una estampa que perfectamente podía haber pertenecido a principios del siglo XX. Tome unas cuantas fotos del proceso, antes de que se dieran cuenta, para no alterar nada con mi presencia.

A estas alturas mi cámara empezaba ser parte de mi. Siempre que estoy un tiempo sin usarla, pierdo ciertos automatismos y debo de pensar mas de la cuenta para saber lo que quiero hacer con mi máquina, después de unos días de disparar a todas horas, el proceso se automatiza y sale fluido y sin interrupciones. Y mas días  en esta situación me darían aun más garantías de aprovechar cada buen momento o imagen única que apareciera.





































Subimos a nuestra lancha y empezamos a navegar por el río. Nos íbamos cruzando con multitud de de embarcaciones con diferentes mercancías, otras simplemente transportaban personas. Al principio estuve tirando fotos de las casas de las orillas, casi todas de madera y  aposentadas en fuertes troncos de madera a manera de hórreo, para cuando el río crece en exceso. 

Algunas casas añadían a sus techos de palmera grandes plásticos de carteles publicitarios para aislarla de las lluvias mejor. Aquí se aprovecha todo, casi nada va a la basura.
 Muchas de las paredes también en madera estaban pintadas en vivos colores, que junto a la ropa tendida ofrecían un espectáculo multicolor. 

Otras veces eran las mujeres las que ponían el aspecto cromático, lavando ropa en palanganas o directamente en el agua. 
























































Después de un rato navegando llegamos a las casas flotantes, y aunque ya había visto algunas imágenes en Internet, no dejó de impactarme su belleza. Casas coloridas en paredes, y pajizas en el techo construido en ramas de palmeras secas. Ropas extendidas en los techos secándose al sol mientras el río marrón cobrizo discurría tranquilo acariciando las viviendas, acariciando la vida, en un trasiego sin fin de embarcaciones con mercancías y habitantes. Niños jugando en pequeñas embarcaciones, mujeres cocinado. con sus cazuelas a la intemperie, una pequeña iglesia a la que el río arrancó sus peldaños. De vez en cuando un modesto baño de madera en la orillas de un metro cuadrado con «caída» al río. 
Más allá un pequeño aserradero donde se construyen barcas, allí estaban en esqueleto todavía. 
 Al borde de las casas, las barcas amarradas esperando un nuevo destino por esas enormes autopistas de agua, y mientras, enormes nubes vaporosamente flotando encima de una ciudad de madera. 









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Una pequeña Venecia Amazónica en el río Ytaya, afluente del anterior. Por allí circulaban pequeñas barcas con los vecinos de este bellísimo barrio de Iquitos, que circulaban en sus quehaceres diarios. unos venias de vender, otros de comprar o simplemente de repostar gasolina para sus embarcaciones. De vez en cuando alguna embarcación mayor más cargada y con la apariencia de realizar grandes recorridos por este mar dulce.

En contraposición, aparecían de vez en cuando pequeñísimas embarcaciones con sólo un tripulante y con un puñado de peces en su interior junto a unos rudimentarios pero efectivos aparejos.
Una mujer "retocaba" el pelo a otra  mientras una niña limpiaba los platos en el propio río. Su hermano pequeñito jugaba  con unos vasos de plástico. Todos en un pequeñito embarcadero que tienen estas casas para poder entrar y salir de ellas.

Disparé muchas fotos y contemple, respiré el Amazonas entero y sentí, sentí sentía... hasta que un "nubarrón" diluyo mi sueño; Otro enorme aserradero de gigantescos árboles, algunos de ellos con varios centenares de años, trabajaba con ahinco y desplazaba con potentes grúas a los "caídos" a enormes barcazas. Era doloroso de contemplar como habían terminado aquellos «abuelos»










viernes, 17 de junio de 2016

Iquitos y Mercado de Belén




 Al día siguiente embarqué desde el San Pedro Lodge a primera hora para seguir conociendo esta parte del Amazonas. Como siempre ahí estaban los pescadores con sus redes orillados en las laderas del río. Las casas iban apareciendo en las orillas cada vez con más frecuencia. Algo lógico ya que ese día nos dirigíamos a Iquitos.


Justo donde desembarcamos las casas de madera parecían desprenderse hacia el río y entre todas formaban una bella y caótica cascada de arquitectura orgánica. Disparé algunas fotos de aquel momento especial.
Mi guía y yo subimos a un motocarro y paramos en el centro de Iquitos, en plena Plaza de Armas.
Allí pude tomar el pulso de esta población. Bellos edificios coloniales erigidos en la pujante época del corcho, eran una parte importante de su arquitectura. Pequeños autobuses típicos de muchas zonas del Perú, multitud de motocarros y gran trasiego de gente de un lado a otro.

La Catedral de San Juan Bautista se erigía como el punto alto de la plaza. También llamada iglesia, ya que en realidad era más una iglesia que catedral.

Estuve un rato disfrutando de este lugar, de la gente, de bello día, de estar allí saboreándolo.











Mercado de Belén

A continuación nos dirigimos a increíble mercado de Belén. Una visita extraordinaria e imprescindible para conocer a la gente de aquí, así como sus innumerables productos.

Mucha gente de lejanos poblados viaja durante días para poder vender sus productos en este centro de mercancías.
 Dada mi debilidad por los mercados, disfrutaba sólo con pensar en  la mera posibilidad de visitarlo.

Nada más entrar nos encontramos con una zona donde se despachaban batidos de fruta amazónica, Por allí también circulaban vendedores con bandejas llenas de exquisita fruta, plátanos, sandías, gran variedad de melones...
No faltaban infinitas verduras, tuberculos, tomates, patatas , pimientos, todo en cantidades grandiosas que esta tierra fértil del Amazonas produce.












Pasamos la zona de verduras y nos adentramos en los puestos de pescado. Si la variedad de vegetales era asombrosa, la de peces y otros animales del río Amazonas era descomunal. Y como en los puestos de las verduras, casi siempre mujeres atendiendo los puestos con una sonrisa y trabajando duro, limpiando a destajo los peces u ordenando el puesto. Muchas de ellas con el niño en una edad no escolar a su lado.
 En cada puesto había muchísimos peces, algunos rarísimos.
 Me sorprendió ver que se vendía como si nada en varios puestos, partes de caimanes, patas de galápagos o galápagos enteros.

 Aparecimos poco después por El Pasaje Paquito, que es un pasillo del mercado conocido como la farmacia de la selva, ya que allí se venden miles de plantas medicinales, pociones, polvos, cremas, lociones y aceites, que se suponen pueden curar cualquier enfermedad.
Allí había plantas por todos lados, en gran tamaño, trituradas, en liquido o polvo, disueltas en alcohol o envueltas en diferentes hojas.
Entre ellas innumerables frutos secos, muchos nunca los había visto.
También vendían paquetes de miel mezclados con cera, pieles de pitón y anaconda, extendidas sobre las plantas, tuberculos rarísimos de y de formas imposibles. Ya hablare en otro artículo de la gigantesca variedad en tamaño y sabor de las patatas del Perú y Bolivia.
Todavía y terminando ya de ver aquel precioso y pintoresco mercado, pasamos por la zona de venta de huevos, todos ordenados en hueveras y de forma piramidal en enormes hileras sin fin.

Salí de allí feliz de hablar con la gente y sentir su amabilidad, feliz de poder hacer fotos sin tener que robar ninguna, porque allí simplemente comprenden que los turistas se interesan por la cultura y son importantes para el país. Digo esto porque cualquiera sabe lo difícil que tirar una foto a ciertas poblaciones de  algunos países. Aunque tengo que decir que en todo mi viaje por el Perú y Bolivia, sólo encontré amabilidad y amigos.