32 días por Perú y Bolivia. Cuatro de ellos por el Amazonas peruano y el resto en bicicleta. 1777 maravillosos Kilómetros por los Andes, glaciares y pampa peruanos, el lago Titicaca e islas, los altiplanos y salares bolivianos, sus gentes y acogedoras poblaciones. Aquel maravilloso verano (invierno allí) de 2013...
sábado, 18 de junio de 2016
Las Maravillosas Casas Flotantes en el río Itaya en Belén
En la parte baja del mercado de Belén, se encuentran las famosas casas flotantes.
Durante en camino al embarcadero, pude contemplar el ánimo y gentío de esa zona de Belén. Casas de vivos colores,con motocarros aparcados en sus puertas y niños jugando por sus peldaños de madera y terrazas
Casi todas en su parte baja tenían almacenado algún producto agrícola como tomates o bananas.
Muchas casas también tenían hamacas amarradas a sus vigas. En una, un par de niñas conversaban divertidas.
Algunos comerciaban en plena calle el precio de un gran racimo de plátanos.
Al llegar al embarcadero de Belén y antes de subirnos a la barca que nos llevaría por los vericuetos del río Itaya, pudimos ver como llegaban algunas barcas y barcos con mercancía. En uno de ellos los hombres descargaban grandes cantidades de plátanos atravesando una rampa de madera del barco a tierra. Una estampa que perfectamente podía haber pertenecido a principios del siglo XX. Tome unas cuantas fotos del proceso, antes de que se dieran cuenta, para no alterar nada con mi presencia.
A estas alturas mi cámara empezaba ser parte de mi. Siempre que estoy un tiempo sin usarla, pierdo ciertos automatismos y debo de pensar mas de la cuenta para saber lo que quiero hacer con mi máquina, después de unos días de disparar a todas horas, el proceso se automatiza y sale fluido y sin interrupciones. Y mas días en esta situación me darían aun más garantías de aprovechar cada buen momento o imagen única que apareciera.
Subimos a nuestra lancha y empezamos a navegar por el río. Nos íbamos cruzando con multitud de de embarcaciones con diferentes mercancías, otras simplemente transportaban personas. Al principio estuve tirando fotos de las casas de las orillas, casi todas de madera y aposentadas en fuertes troncos de madera a manera de hórreo, para cuando el río crece en exceso.
Algunas casas añadían a sus techos de palmera grandes plásticos de carteles publicitarios para aislarla de las lluvias mejor. Aquí se aprovecha todo, casi nada va a la basura.
Muchas de las paredes también en madera estaban pintadas en vivos colores, que junto a la ropa tendida ofrecían un espectáculo multicolor.
Otras veces eran las mujeres las que ponían el aspecto cromático, lavando ropa en palanganas o directamente en el agua.
Después de un rato navegando llegamos a las casas flotantes, y aunque ya había visto algunas imágenes en Internet, no dejó de impactarme su belleza. Casas coloridas en paredes, y pajizas en el techo construido en ramas de palmeras secas. Ropas extendidas en los techos secándose al sol mientras el río marrón cobrizo discurría tranquilo acariciando las viviendas, acariciando la vida, en un trasiego sin fin de embarcaciones con mercancías y habitantes. Niños jugando en pequeñas embarcaciones, mujeres cocinado. con sus cazuelas a la intemperie, una pequeña iglesia a la que el río arrancó sus peldaños. De vez en cuando un modesto baño de madera en la orillas de un metro cuadrado con «caída» al río.
Más allá un pequeño aserradero donde se construyen barcas, allí estaban en esqueleto todavía.
Al borde de las casas, las barcas amarradas esperando un nuevo destino por esas enormes autopistas de agua, y mientras, enormes nubes vaporosamente flotando encima de una ciudad de madera.
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Una pequeña Venecia Amazónica en el río Ytaya, afluente del anterior. Por allí circulaban pequeñas barcas con los vecinos de este bellísimo barrio de Iquitos, que circulaban en sus quehaceres diarios. unos venias de vender, otros de comprar o simplemente de repostar gasolina para sus embarcaciones. De vez en cuando alguna embarcación mayor más cargada y con la apariencia de realizar grandes recorridos por este mar dulce.
En contraposición, aparecían de vez en cuando pequeñísimas embarcaciones con sólo un tripulante y con un puñado de peces en su interior junto a unos rudimentarios pero efectivos aparejos.
Una mujer "retocaba" el pelo a otra mientras una niña limpiaba los platos en el propio río. Su hermano pequeñito jugaba con unos vasos de plástico. Todos en un pequeñito embarcadero que tienen estas casas para poder entrar y salir de ellas.
Disparé muchas fotos y contemple, respiré el Amazonas entero y sentí, sentí sentía... hasta que un "nubarrón" diluyo mi sueño; Otro enorme aserradero de gigantescos árboles, algunos de ellos con varios centenares de años, trabajaba con ahinco y desplazaba con potentes grúas a los "caídos" a enormes barcazas. Era doloroso de contemplar como habían terminado aquellos «abuelos»
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