viernes, 17 de junio de 2016

Iquitos y Mercado de Belén




 Al día siguiente embarqué desde el San Pedro Lodge a primera hora para seguir conociendo esta parte del Amazonas. Como siempre ahí estaban los pescadores con sus redes orillados en las laderas del río. Las casas iban apareciendo en las orillas cada vez con más frecuencia. Algo lógico ya que ese día nos dirigíamos a Iquitos.


Justo donde desembarcamos las casas de madera parecían desprenderse hacia el río y entre todas formaban una bella y caótica cascada de arquitectura orgánica. Disparé algunas fotos de aquel momento especial.
Mi guía y yo subimos a un motocarro y paramos en el centro de Iquitos, en plena Plaza de Armas.
Allí pude tomar el pulso de esta población. Bellos edificios coloniales erigidos en la pujante época del corcho, eran una parte importante de su arquitectura. Pequeños autobuses típicos de muchas zonas del Perú, multitud de motocarros y gran trasiego de gente de un lado a otro.

La Catedral de San Juan Bautista se erigía como el punto alto de la plaza. También llamada iglesia, ya que en realidad era más una iglesia que catedral.

Estuve un rato disfrutando de este lugar, de la gente, de bello día, de estar allí saboreándolo.











Mercado de Belén

A continuación nos dirigimos a increíble mercado de Belén. Una visita extraordinaria e imprescindible para conocer a la gente de aquí, así como sus innumerables productos.

Mucha gente de lejanos poblados viaja durante días para poder vender sus productos en este centro de mercancías.
 Dada mi debilidad por los mercados, disfrutaba sólo con pensar en  la mera posibilidad de visitarlo.

Nada más entrar nos encontramos con una zona donde se despachaban batidos de fruta amazónica, Por allí también circulaban vendedores con bandejas llenas de exquisita fruta, plátanos, sandías, gran variedad de melones...
No faltaban infinitas verduras, tuberculos, tomates, patatas , pimientos, todo en cantidades grandiosas que esta tierra fértil del Amazonas produce.












Pasamos la zona de verduras y nos adentramos en los puestos de pescado. Si la variedad de vegetales era asombrosa, la de peces y otros animales del río Amazonas era descomunal. Y como en los puestos de las verduras, casi siempre mujeres atendiendo los puestos con una sonrisa y trabajando duro, limpiando a destajo los peces u ordenando el puesto. Muchas de ellas con el niño en una edad no escolar a su lado.
 En cada puesto había muchísimos peces, algunos rarísimos.
 Me sorprendió ver que se vendía como si nada en varios puestos, partes de caimanes, patas de galápagos o galápagos enteros.

 Aparecimos poco después por El Pasaje Paquito, que es un pasillo del mercado conocido como la farmacia de la selva, ya que allí se venden miles de plantas medicinales, pociones, polvos, cremas, lociones y aceites, que se suponen pueden curar cualquier enfermedad.
Allí había plantas por todos lados, en gran tamaño, trituradas, en liquido o polvo, disueltas en alcohol o envueltas en diferentes hojas.
Entre ellas innumerables frutos secos, muchos nunca los había visto.
También vendían paquetes de miel mezclados con cera, pieles de pitón y anaconda, extendidas sobre las plantas, tuberculos rarísimos de y de formas imposibles. Ya hablare en otro artículo de la gigantesca variedad en tamaño y sabor de las patatas del Perú y Bolivia.
Todavía y terminando ya de ver aquel precioso y pintoresco mercado, pasamos por la zona de venta de huevos, todos ordenados en hueveras y de forma piramidal en enormes hileras sin fin.

Salí de allí feliz de hablar con la gente y sentir su amabilidad, feliz de poder hacer fotos sin tener que robar ninguna, porque allí simplemente comprenden que los turistas se interesan por la cultura y son importantes para el país. Digo esto porque cualquiera sabe lo difícil que tirar una foto a ciertas poblaciones de  algunos países. Aunque tengo que decir que en todo mi viaje por el Perú y Bolivia, sólo encontré amabilidad y amigos.











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