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martes, 26 de diciembre de 2017

Uyuni III - Isla de Incahuasi- 2 días- 150 Km




Primer día: 50Km hasta la isla de  Incahuasi.
Segundo día: 100 km de vuelta a Uyuni

Con las primeras luces me levanté ilusionado y con ganas de pedalear por ese gigantesco lago de sal. Me quedaban unos 50 km para llegar a la isla de Incahuasi y no pensaba entretenerme ese día.

domingo, 26 de noviembre de 2017

El Salar de Uyuni II - 45Km




Dejé el cementerio de locomotoras del pueblo de Uyuni y me dirigí al salar.

Hasta la entrada del salar había unos 23 Km de camino duro, ya que este consistía en una carretera desdoblada que estaban construyendo los camiones y excavadoras, esta todavía estaba en una primer fase de tierra y muchas veces sin compactar. Así que tocaba pedalear duro en las zonas arenosas y sueltas como playas, o veces el suelo se endurecía y se llenaba de grava.
Cuando llegué a Colchani, el pueblecito de apenas unas casas que hay a la entrada del salar, el sol picaba un poco y aunque las temperaturas eran relativamente bajas, tocaba quitarse alguna prenda. Aproveché para comprar alguna botella de agua más y proseguí mi camino.

Justo a unos 150 metros de entrar en el suelo salino del salar, y después de haber dejado el pueblo de Colchani se encuentra un complejo hotelero singular, ya que está construido principalmente en sal. Es uno de los varios hoteles de sal que hay en Colchani. Este era el Hotel Sal de Cristal Samaña
Así que no me pude resistir y decidí verlo por dentro. Bueno no pude ver todo, ya que al no alojarme las habitaciones que son realmente increíbles, no pude verlas. Aun así los espacios comunes no me defraudaron. Este hotel de cuatro estrellas  es realmente caro para los sueldos de Bolivia. Unos 150 euros la noche.
Las paredes del exterior están hechas de grandes ladrillos de sal, al igual que las paredes del interior. Había también algunas estatuas simpáticas realizadas en Sal, como un gnomo, un oso polar o un muñeco de nieve.
Pero lo que más me llamo la atención fue lo no modificado o natural. Resulta que el suelo en las zonas comunes era de sal en bruto, sin comprimir ni modificar. Andabas como por una zona arenosa, solo que en vez de tierra tenía sal.
Otra curiosidad eran los relieves de las paredes, cincelados en la misma sal de los ladrillos de la pared. Estos relieves tenían motivos andinos y eran verdaderas obras de arte.


































La zona de recepción era preciosa con una enorme columna con relieves y un mostrador consistente, todo ello de sal por supuesto.
En otro apartado de las zonas comunes había una chimenea de piedras y en frente un sofá de sal con cojines para suavizar su dureza. Delante del sofá un pequeña mesa redondeada y robusta también de sal.
El comedor era espectacular, ya que estaba ubicado en una construcción circular de unos 22 metros de diámetro. El techo era de vigas de madera  y el suelo al igual que los pasillos era de sal a granel, las mesas en madera lucían blancos manteles en consonancia con el blanco de la sal. Por otra parte el comedor circular era muy luminoso al tener este grandes ventanales.
Los techos eran altísimos y toda la construcción tenia forma de choza gigante con techo cónico.
Una columna de 1,20 m de diametro  con relieves de aves, se elevaba 8 metros desde el centro de la sala a la parte más alta de tejado cónico. Este tejado tenía grandes tragaluces que hacían más luminosa toda la estancia
La verdad es que fue increíble y entretenido visitar una construcción así.
Antes de irme no pude resistir la tentación de lamer una pared y probar su sabor salino.

A la salida del hotel y al lado de uno de sus edificios anexos había una vieja y destartalada camioneta verde. Esta era bastante antigua y lucía preciosa en aquel lugar.

La verdad es que siempre iban apareciendo sorpresas y cosas que visitar. Cuando por fin parecía que me iba adentrar en el salar, siempre surgía algo digno de verse  y por lo que parase. Primero fueron las locomotoras del pueblo de Uyuni, luego el hotel de sal y cuando parecía que ya nada me detendría encontré las curiosas montoneras de sal que hay al principio del salar.

Nada más empezar a pedalear en el salar te encuentras cientos de montículos de sal que suelen recoger los trabajadores de la sal con sus camiones. Al lado o debajo de estos montones de sal se encuentran unas zonas rectangulares de unos 6 x 4 metros y un palmo de profundidad de agua.
Estas formaciones donde se extraen la sal eran bonitas y singulares y merecedoras de verse con detalle, ya que luego se da paso a un llano constante de sal con su suelo de formas geométricas durante el resto de recorrido por el salar.
Así que allí entre montículos y rectángulos de agua salina me paseé y fotografíe. Incluida la foto típica donde uno se ve pequeño al lado de algo de tamaño normal por la ilusión óptica que se produce al no haber referencias.





















Después salí en dirección a la isla de Incahuasi (casa del inca en Quechua).
Mis primeras pedaladas sobre el salar ya en ritmo constante fueron gloriosas. Esa sensación de pedalear por el cielo era extraordinaria.
Tan blanco, tan inmenso, tan hermoso, con todo el tiempo del mundo, sin prisas, con el cielo azul como techo, con la sal blanca como lecho, con las miradas de las montañas lejanas, apenas un perfil insinuado. Iba cantando y silbando en mi bicicleta, emocionado como nunca.
Y sentí, sentí ,sentí como nunca que estaba vivo.

Ocho Kilómetros  después aparece otra construcción de sal, un hostal medio derruido. Unas cuantas personas lo visitaban en ese momento. Habían llegado allí en dos todoterrenos. Saludé con la mano y seguí mi camino.

Cuando me quise dar cuenta vi que el sol estaba bastante bajo. Había hecho tantas paradas para ver cosas maravillosas que apenas había pedaleado ese día.
Ocho Kilómetros después de este hostal desmoronado decidí plantar mi tienda. Era lo mejor que me podía pasar. Si hubiera llegado a la isla de Incahuasi hubiera dormido en las construcciones de la isla y a cubierto. Pero al haberme entretenido  más de la cuenta me permitía dormir en medio del salar.
Ese día apenas había pedaleado 44 Km, pero había visto cosas maravillosas y sitios increíbles. Me recreé con ganas en cada una de ellas y estaba feliz y en el mejor lugar del mundo.

Quedaba una hora y media de luz antes de anochecer. Así que aproveché para colocar la tienda con calma pero no sin esfuerzo. Menos mal que me había llevado una gran piedra de pedernal y que tenía por picas unos clavos de hierro de 15 centímetros de largo por medio de grosor. Los clavos los adquirí los primeros días de cicloturismo en Los Andes al comprobar que las picas de aluminio de la tienda se doblaban ante la primera resistencia del terreno. La piedra de pedernal la cogí en el pueblo de Colchani  pensando que necesitaría algo contundente para clavar los clavos de la tienda. Y menos mal que llevaba ese piedrón, porque incluso con ella me la vi para poder clavar esas superpicas que eran los clavos de hierro.
Era tan dura la costra de sal que cada clavo que puse me supuso muchísimas pedradas de las fuertes. Eso sí, esa tienda estaba unida al salar férreamente.








Cené con calma y tranquilamente en medio de aquella blancura, silencio y momento mágico.
Incluso los todoterrenos habían dejado de pasar pues ya estarían en su lugar de destino.
Así que solo en aquel lugar miraba como en la línea del horizonte un sol limpio se escondía por momentos. Cuando este desapareció del todo, la temperatura pareció bajar repentinamente y el viento redoblo sus fuerzas. En el horizonte aparecieron colores rosados suaves de un ocaso único. Recogí las cosas y me metí en el saco.

Ya de noche cerrada salí fuera para ver aquellas estrellas que casi se podían tocar en aquellos cielos limpios de los Andes.
Esa noche dormí con algo de ropa puesta, ya que hacía bastante frio. En concreto -13 grados Centígrados. Y aunque tenía mi supersaco de plumas del Kilimanjaro, llevaba unos días más destemplado de la cuenta seguramente por mi pérdida de peso.
Así que con algo de frio me acosté en mi saco dentro de mi pequeña tienda.
No me dormí en seguida como otras veces por el frio, poco a poco fui entrando algo más en calor y me abandone en aquella cama blanca de 10 582 km²




domingo, 5 de noviembre de 2017

Trenes en la Luna. Uyuni





El autobús que salía de la Paz dirección Uyuni salio a las 8 de la tarde. Me esperaban 9 o diez horas de viaje.
Me acomodé en la parte de atrás, ya que esta no estaba muy llena. Ocupé dos asientos y a ratos conseguía dormir cambiando muchas veces de postura.
Había que abrigarse ya que por la noche y debido a la velocidad el autobús se enfriaba bastante. Además la segunda mitad del viaje estaba llena de baches y se daban grandes tumbos.

Casi sin darme cuenta llegamos a las 5:30 de la mañana a Uyuni pueblo. Un montón de calles polvorientas y casas bajas´era lo que se veía en esta zona, una calle que hacía las veces de estación.
Recogí mi bicicleta totalmente llena de polvo que había entrado en los maleteros ya que parte del viaje era por camino de tierra.
Hacia muchísimo frío, entre otras cosas porque era muy temprano, Uyuni se encontraba a 3678m y estaba poco protejido y bastante expuesto, además su temperatura mínima media es de -11,7 grados centígrados.




Lo primero que hice fue buscar algún sitio para desayunar, apenas había comido nada la tarde anterior en La Paz y tenía déficit de alimentos.
Encontré una especie de cafetería restaurante con WF desde donde yamé a Marga para decirles que me encontraba bien y que seguramente pasaría algún día hasta que tuviera WF de nuevo.
Después compre algo de comida y agua para mi recorrido por el salar en un mercado callejero que estaba empezando a montarse.
Por último busqué algún sitio donde ducharme. El día anterior pedaleé hasta la Paz y luego tomé el autobús sin apenas descanso. Busque por varios sitios y al final una mujer mayor me dejo ducharme en su casa a cambio de unos pesos bolivianos.
La ducha era precaria y con agua fría. Apenas salía un hilillo de agua. Entre la falta de alimentos en mi cuerpo, el frío que hacía y la ducha helada, terminé de congelarme del todo.
Apenas tenía fuerza para vestirme. Me puse el culote de invierno largo y mis dos malliot, más un buen gorro y guantes
y salí a mi primer destino, el cementerio de locomotoras antiguas




LOCOMOTORAS ANTIGUAS DE UYUNI 

Mi fascinación por las locomotoras ya la he dejado patente en otros blogs.
Aquí tenía la oportunidad de ver unas cuantas juntas a las afueras de Uyuni.
Había visto muchas fotos en Internet y me fascinaba verlas en vivo.
Estas estaban a tres km de la plaza central del pueblo y mi GPS me llevó hasta ellas.

En su momento, estos trenes fueron símbolo de progreso. En 1889 entró la primera locomotora en Uyuni. Luego siguieron otras, pero pronto descubrieron que en ellas llegaban sólo trabajadores y lo que salía de allí era mineral. Así que el progreso y prosperidad fue engañoso.
Las locomotoras y vagones se  quedaron para siempre en Uyuni.




Desgraciadamente en los últimos años se han saqueado partes de estas locomotoras. Suelen venir por la noche y con sierras eléctricas cortan partes de estas y se las llevan en grandes camiones. Funden luego el metal, en muchas ocasiones partes de cobre.
Se ha intentado que hagan un museo con los trenes, pero de momento allí siguen mermando en su contenido. Un patrimonio histórico símbolo de otro tiempo que poco a poco desaparece.
Estas siguen perteneciendo a  la Empresa Nacional de Ferrocarriles (Enfe) pero no se hace cargo. Se piensa que estas deberían pasar a la minicipalidad de Uyuni y así las conservarían.
De momento es un museo al aire libre donde nadie vela por la locomotoras y sólo los turistas las visitan.




Cuando llegué allí ya había tres todoterrenos con turistas que las visitaban, luego llegarían más.
En Uyuni los turistas contratan un todoterreno para un periodo de uno a 4 o más días y su primera visita antes de adentrase en el salar, es el cementerio de trenes.

Para mi fue un impacto increíble, no solo por la belleza de aquellas locomotoras, sino por el lugar, una especie de desierto polvoriento en mitad de la nada. Parecía una escena irreal.
Aquellas locomotoras y sus vagones sin apenas vías, semientrerradas en la arena por el peso enorme y el tiempo allí ancladas. Aquello era bellísimo, casi lunar.

Las enormes locomotoras estaban adornadas por los enormes remaches que unen sus partes a modo de chinchetas gigantes. Sus chimeneas eran espectaculares y sus ruedas y bielas majestuosas luchaban por no hundirse en el barro entre la época de lluvias y la seca.
Casi todas la locomotoras y vagones tenían grandes graffitis o frases pintadas, pero estos le concedían una belleza especial a las mismas. Grandes ejes con sus ruedas aparecían  entre las dos hileras de  locomotoras situadas a un lado y otro.
 En una de las locomotoras habían desaparecido parte de sus paredes laterales del cilindro que hacía las veces de cuerpo principal. Allí habían colocado un columpio que colgaba del techo y que estaba hecho con una cadena de grandes eslabones de hierro y un asiento del mismo material. No pude evitar montar en él y disfrutar como un niño.Tampoco me resistí a recorrer las locomotoras por sus techos, tocar sus chimeneas y remaches, sus vielas retorcidas y ruedas gigantescas.




Disfruté bastante de esta visita y por lo que aprecie no fui el único, ya que los turistas estaban encantados con el lugar. Sólo que estos hacían un visita bastante rápida, se hacían unas fotos y desaparecían en el salar.

En el rato que estuve allí vinieron otros todoterrenos y se marcharon otros tantos.
En un momento dado, también decidí irme en dirección al salar, ya eran casi10 de la mañana y entre desayunos, mercados, duchas y locomotoras se me había ido mucho tiempo. Viajaba en bicicleta y me quedaba bastante para llegar. Quería ir hasta la Isla de Incahuasi o isla del pescado a 107 Km de Uyuni. Es isla porque en época de lluvias cuando el salar parece un espejo, el grupo de grandes piedras y cactus que forman esta isla parece una isla autentica rodeada de agua aunque esta levante un par de dedos. El reflejo de la isla en el agua en época de lluvia ayuda a que parezca más isla.




Hay un 27 Km hasta la entrada del salar y 80 hasta la isla.

Digo la entrada por que es la manera mas fácil casi única de entrar desde Uyuni. Ya que las rodadas de los veículos hacen que esté mas suave la sal por esa entrada. De lo contrario cualquier otro camino implica tener que afrontar las curiosas formas redondeadas y con relieve que la sal forma en el suelo. con la consiguiente incomodidad para la conducción.
Además sólo hay una carretera o camino para acercarse al salar, por lo que no hay más remedio que entrar por allí.
Ilusionado, abrigado y con agua y comida salí de Uyuni pueblo en dirección al Salar.