domingo, 9 de octubre de 2016

Árbol gigante de Lupuna




El día siguiente sería el último en Amazonas.Temprano se fueron el resto de turistas y yo no había contratado ninguna excursión para ese día. Los días anteriores lo hice así porque la única manera de salir y moverse por allí era en barca.
Después de desayunar estuve tumbado en la hamaca del San Pedro Lodge, enteramente para mi.

Después mis planes eran disfrutar de ese día al máximo. después de una estupenda e intensa lluvia tropical de 10 minutos, me dirigí a la búsqueda del árbol gigante Lupuna.
Muchas excursiones de lodges o de Iquitos incluían esta visita y mi propósito era visitarlo por mi cuenta, ya que esta visita se podía hacer enteramente por tierra.
Para ello debía atravesar el pueblo de San Pedro en primer lugar, luego seguir el camino paralelo al río a hasta la siguiente población; San José de Laguna. Desde allí había que seguir un supuesto camino que se internaba en la selva.
El camino se me hizo muy agradable, observando aves, hablando con los lugareños y disfrutando de un día radiante pero caluroso después del corto chaparrón.
Muchos niños me encontré en sus casas ya que sus padres estaban faenando en el campo o fuera. Algunos pequeños cuidaban de sus otros hermanos más pequeños, algunos con apenas unos meses. 








































































Llegando a San José de laguna encontré con un hombre que estaba tostando harina de mandioca o yuca, con el que se hacen muchísimos platos en toda Sudamérica, incluido el cazabe, pan fino y crujiente en forma de oblea.
Antes, en una anterior casa, estaban los restos de mandioca triturado y lavado en barreños.
Y un poco después otro hombre lavaba los tubérculos de mandioca ya pelados en el río.
Esto daba una idea de lo importante que es esta planta aquí para la alimentación. recuerdo otras partes de África donde es igualmente la base de la economía. Aquí además tienen todo el pescado del mundo y frutas variadas. Por lo que no les falta de nada.

No paré de observar en todo el camino a cualquier insecto que se me cruzara en el camino, así como cualquier planta que llamara mi atención. 

En el pueblo de San José pregunte por el camino al árbol Lupuna y me indicaron que siguiera el camino que salia al atravesar el pueblo.

Después de un kilómetro me encontré con un lugareño. Era un hombre menudo  curtido por el sol y que portaba un enorme machete en la mano.
Me indicó el camino, pero por lo visto tenia varias bifurcaciones, así que se ofreció a acompañarme. Nada más hablar supe que era buena gente por sus gestos y maneras. Pero aun así pensé en que me estaba internando en la selva con un hombre que no conocía de nada y que llevaba u machetón impresionante.

Pasamos por una tierras que eran suyas y me las mostró orgulloso, mas adelante se encontró con su mujer que me presento. Se despidió de ella y proseguimos el camino.

A fin llegamos al gran Lupuna: Ceiba Lupuna (Ceiba pentandra ). 




El árbol hacía honor a su fama, con unos 50 o 60 metros de altura y una copa enorme, asombraba en un primer vistazo. Su tronco era gigantesco y justo en su base  se triangulaba por cuatro lados ensanchándose un poco más. Su diámetro en la base era de 6 metros. Pero lo que mas me sorprendió fueron las enormes y múltiples lianas que bajaban desde su copa, aproveche a colgarme y balancearme. El lugareño amablemente, estuvo grabándome y tirando alguna foto, después de decirle como se hacía.

También por allí encontré un escarabajo del tamaño de la uña del dedo gordo de mi mano, era como una mariquita de otros colores pero en grande. Le dedique una sesión enterita de fotografía.

Volvimos al San José de la Laguna y me despedí del lugareño del que no recuerdo su nombre, entre otras cosas porque escribo este blog  dos años y medio después. y ya se sabe que algunos detalles se olvidan. Aunque casi todo esté nítido, sobre todo lo que uno siente.
Le di una buena propina y nos dimos la mano. Nos deseamos mutuamente suerte en la vida.
Por último y antes de partir de San José a San Pedro me entretuve contemplando una preciosa y gigantesca flor de plátano que es de color purpura, tiene el capullo morado y crece al final de los racimos de plátanos. Su particularidad es que puede ser enorme. Como un balón de fútbol o mayor.

























































En Canoa

Volví al San Pedro lodge contento por mi periplo selvatico. Todavía tenía todo el tiempo del mundo así que me dispuse a navegar con la pequeña canoa que el lodge tenía a disposición de los clientes. Ya lo había hecho algún día atrás y me resulto difícil dado el bajísimo centro de gravedad de la canoa.

El San Pedro lodge estaba en un ramal de 2 km del río Nanay,a su vez afluente del Amazonas.
El ramal todavía continuaba 1 km más allá al terminar en una gran laguna cerrada por el otro lado. Así que me lancé con todas las ganas, en bañador y con mi pequeña cámara acuática. En los diez primeros minutos estuve apunto de volcar un par de veces. Pero  a pesar de que por la quilla entraba algo de agua, pronto adquirí gran pericia y conseguía virar en pequeño espacios y frenar con eficiencia. 

Vista mi presteza me adentre en la laguna y estuve viendo como algunos pescadores echaban sus redes. Antes navegue por estrechísimos canales , algunos que salían de los laterales y en los cuales había que agachar la cabeza para no darse con las ramas. Aves con todos los cánticos imaginables amenizaban mi paseo. Estuve haciendo alguna foto y grabando vídeo.

Me divertí muchísimo, trasteando todos los vericuetos del río. Tanto me entretuve que estuve tres horas navegando y bañándome de vez en cuando para refrescarme.
Un momento verdaderamente mágico, maravilloso;  sólo en aquella pequeña canoa que ya obedecía mis pensamientos y formaba parte de mi. Creo que hice unos cuantos Km, cuanto más hacía más quería hacer. a ratos en silencio absoluto. Otras veces silbando o cantando una canción. disfrutando tanto... y donde una vez más , sentí, sentí y sentí.



viernes, 26 de agosto de 2016

Manatíes y Playa de Laguna Quistococha


Centro de rescate de Manatíes




Después de comer unos buenos platos de comida peruana nos dirigimos al  CREA (centro de rescate de especies amazónicas), cuyo objetivo sin ánimo de lucro es rescatar, rehabilitar y liberar al Manatí amazónico (Trichechus Inunguis). 
El manatí es la única especie de agua dulce de las cuatro que existen en el mundo. 
L intensa  caza ilegal y la continua pérdida de su hábitat, amenazan con extinguirlo. 
 El CREA, se dedica a criar a los  manatíes huérfanos;  también realizan un programas de educación y concienciación ambiental en  pueblos y comunidades de la amazonia. 
El centro de crianza de manatíes tenía una extensión bastante amplia por lo que nada más llegar hay que recorrer unas zonas ajardinadas o mejor dicho asilvestradas.
Me costo llegar al centro de rescate propiamente dicho. Ya que en primer lugar me encontré con una enorme iguana tomando el sol. Luego disfruté colgándome de enormes lianas de gigantescos ficus amazónicos y observando los monos que saltaban en las copas de los árboles.
Y por si esto fuera poco increíbles saltamontes  y mariposas de increibles colores revoloteaban por allí. Así que antes de llegar al criadero me entretuve disparando fotos y persiguiendo diminutos seres.


























































Por fin llegué al criadero. Sentí una emoción muy grande al poder acariciar a estos mamíferos entrañables, suaves y cariñosos acudían a mi llamada y comian de mis manos vegetales troceados, una especie de cogollos.
fue maravilloso visitarlos y to,amr conciencie de la gran perdida que puede ser la desaparición una especie más.
A la salida más larartijas, libélulas y mariposas me esperaban. 






Playa de Laguna Quistococha













Después de la visita a los manatíes me dirigía ver la hermosa playa de la laguna de Quistococha. Es un lugar que cuenta con un pequeño zoológico que vi de pasada. hace años que estas cárceles de animales no me hacen mucha gracia.
De echo los animales que más me llamaron la atención fueron una pitón amaestrada que se podía uno colocar en los hombro como si nada, y unas hormigas bestiales que transportaban enormes trozos de hojas a velocidades supersónicas. a estas preste especial atención con mi cámara y vídeo.


Después vino la gran recompensa de bañarme en aquellas tranquilas y refrescantes aguas con una playa de arena fina y blanca. Nada que envidiar al caribe sino fuera por que lo de aguas transparentes no existe aquí. ya que el Amazonas, afluentes y lagunas llevan gran sedimento flotando. Aun así una delicia nadar con toda aquella vegetación selvática rodeándote.
Los lugareños se bañaban y disfrutaban mucho, sobre todos los niños.Incluso había barcas a pedales. De los hijos del dueño de un restaurante me hice amigo, un niño y niña muy simpáticos.
Después de unos cuantos baños y un par de cervezas cusqueñas partí hacia el San Pedro lodge. Con la suerte de ver un par de delfines en pleno camino, pero todo hay que decirlo, a cierta distancia que no permitía verlos muy bien.








Hablando con Luciérnagas

Y como todavía me quedaba tiempo para la cena me sumergí otra vez en la población de San Pedro. Otra vez los partidos de voley de niños y grandes, los de fútbol, la gente en sus porches viendo la vida pasar tranquilamente, otros construyendo paipáis de hoja de palmera.
Estuve cenando en el San Pedro lodge después de una buena ducha. Allí había un grupo de jóvenes estadounidenses y un par de belgas que al día siguiente se irían a internar a la selva todavía más,  en concreto en la Reserva Nacional Pacaya Samiria en el Departamento de Loreto. Desgraciadamente a mi sólo me quedaba un día en el Amazonas y esta excursión era de tres días como mínimo.
Es lo que tiene hacer un viaje como este que bastante completo era ya de por sí, pero que siempre se puede hacer más completo si uno tuviera más tiempo. Pero no me quejaré ya que lo que vi y sentí  y disfruté en el Amazonas fue muchísimo. Y gracias a que estuve sólo cuatro días pude hacer más completo el resto de mi viaje. Un viaje que me depararía increíbles momentos.

Esa noche al terminar de cenar estuve tirando alguna foto nocturna. Después de unos  disparos conseguí plasmar unas cuantas  luciérnagas en pleno alumbrado. Pero también descubrí sorprendido como las luciérnagas respondían a mi linterna, que con el reflejo del río doblaban su luminiscencia. Cada vez que la encendía en la orilla de la pequeña laguna del San Pedro Lodge, en la orilla de en frente a unos 40 metros, se iluminaba una luciérnaga. Pensé que era casualidad, pero después de muchísimos encendidos comprobé que sólo se encendían a mi encendido de linterna. Algo maravilloso.



sábado, 18 de junio de 2016

Las Maravillosas Casas Flotantes en el río Itaya en Belén




En la parte baja del mercado de Belén, se encuentran las famosas casas flotantes. 

Durante en camino al embarcadero, pude contemplar el ánimo y gentío de esa zona de Belén. Casas de vivos colores,con motocarros aparcados en sus puertas y niños jugando por sus peldaños de madera y terrazas
Casi todas en su parte baja tenían almacenado algún producto agrícola como tomates o bananas.

Muchas casas también tenían hamacas amarradas a sus vigas.  En una, un par de niñas  conversaban divertidas.
Algunos comerciaban en plena calle el precio de un gran racimo de plátanos.

Al llegar al embarcadero de Belén y antes de subirnos a la barca que nos llevaría por los vericuetos del río Itaya, pudimos ver como llegaban algunas barcas y barcos con mercancía. En uno de ellos los hombres descargaban grandes cantidades de plátanos atravesando una rampa de madera del barco a tierra. Una estampa que perfectamente podía haber pertenecido a principios del siglo XX. Tome unas cuantas fotos del proceso, antes de que se dieran cuenta, para no alterar nada con mi presencia.

A estas alturas mi cámara empezaba ser parte de mi. Siempre que estoy un tiempo sin usarla, pierdo ciertos automatismos y debo de pensar mas de la cuenta para saber lo que quiero hacer con mi máquina, después de unos días de disparar a todas horas, el proceso se automatiza y sale fluido y sin interrupciones. Y mas días  en esta situación me darían aun más garantías de aprovechar cada buen momento o imagen única que apareciera.





































Subimos a nuestra lancha y empezamos a navegar por el río. Nos íbamos cruzando con multitud de de embarcaciones con diferentes mercancías, otras simplemente transportaban personas. Al principio estuve tirando fotos de las casas de las orillas, casi todas de madera y  aposentadas en fuertes troncos de madera a manera de hórreo, para cuando el río crece en exceso. 

Algunas casas añadían a sus techos de palmera grandes plásticos de carteles publicitarios para aislarla de las lluvias mejor. Aquí se aprovecha todo, casi nada va a la basura.
 Muchas de las paredes también en madera estaban pintadas en vivos colores, que junto a la ropa tendida ofrecían un espectáculo multicolor. 

Otras veces eran las mujeres las que ponían el aspecto cromático, lavando ropa en palanganas o directamente en el agua. 
























































Después de un rato navegando llegamos a las casas flotantes, y aunque ya había visto algunas imágenes en Internet, no dejó de impactarme su belleza. Casas coloridas en paredes, y pajizas en el techo construido en ramas de palmeras secas. Ropas extendidas en los techos secándose al sol mientras el río marrón cobrizo discurría tranquilo acariciando las viviendas, acariciando la vida, en un trasiego sin fin de embarcaciones con mercancías y habitantes. Niños jugando en pequeñas embarcaciones, mujeres cocinado. con sus cazuelas a la intemperie, una pequeña iglesia a la que el río arrancó sus peldaños. De vez en cuando un modesto baño de madera en la orillas de un metro cuadrado con «caída» al río. 
Más allá un pequeño aserradero donde se construyen barcas, allí estaban en esqueleto todavía. 
 Al borde de las casas, las barcas amarradas esperando un nuevo destino por esas enormes autopistas de agua, y mientras, enormes nubes vaporosamente flotando encima de una ciudad de madera. 









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Una pequeña Venecia Amazónica en el río Ytaya, afluente del anterior. Por allí circulaban pequeñas barcas con los vecinos de este bellísimo barrio de Iquitos, que circulaban en sus quehaceres diarios. unos venias de vender, otros de comprar o simplemente de repostar gasolina para sus embarcaciones. De vez en cuando alguna embarcación mayor más cargada y con la apariencia de realizar grandes recorridos por este mar dulce.

En contraposición, aparecían de vez en cuando pequeñísimas embarcaciones con sólo un tripulante y con un puñado de peces en su interior junto a unos rudimentarios pero efectivos aparejos.
Una mujer "retocaba" el pelo a otra  mientras una niña limpiaba los platos en el propio río. Su hermano pequeñito jugaba  con unos vasos de plástico. Todos en un pequeñito embarcadero que tienen estas casas para poder entrar y salir de ellas.

Disparé muchas fotos y contemple, respiré el Amazonas entero y sentí, sentí sentía... hasta que un "nubarrón" diluyo mi sueño; Otro enorme aserradero de gigantescos árboles, algunos de ellos con varios centenares de años, trabajaba con ahinco y desplazaba con potentes grúas a los "caídos" a enormes barcazas. Era doloroso de contemplar como habían terminado aquellos «abuelos»