32 días por Perú y Bolivia. Cuatro de ellos por el Amazonas peruano y el resto en bicicleta. 1777 maravillosos Kilómetros por los Andes, glaciares y pampa peruanos, el lago Titicaca e islas, los altiplanos y salares bolivianos, sus gentes y acogedoras poblaciones. Aquel maravilloso verano (invierno allí) de 2013...
domingo, 26 de noviembre de 2017
El Salar de Uyuni II - 45Km
Dejé el cementerio de locomotoras del pueblo de Uyuni y me dirigí al salar.
Hasta la entrada del salar había unos 23 Km de camino duro, ya que este consistía en una carretera desdoblada que estaban construyendo los camiones y excavadoras, esta todavía estaba en una primer fase de tierra y muchas veces sin compactar. Así que tocaba pedalear duro en las zonas arenosas y sueltas como playas, o veces el suelo se endurecía y se llenaba de grava.
Cuando llegué a Colchani, el pueblecito de apenas unas casas que hay a la entrada del salar, el sol picaba un poco y aunque las temperaturas eran relativamente bajas, tocaba quitarse alguna prenda. Aproveché para comprar alguna botella de agua más y proseguí mi camino.
Justo a unos 150 metros de entrar en el suelo salino del salar, y después de haber dejado el pueblo de Colchani se encuentra un complejo hotelero singular, ya que está construido principalmente en sal. Es uno de los varios hoteles de sal que hay en Colchani. Este era el Hotel Sal de Cristal Samaña
Así que no me pude resistir y decidí verlo por dentro. Bueno no pude ver todo, ya que al no alojarme las habitaciones que son realmente increíbles, no pude verlas. Aun así los espacios comunes no me defraudaron. Este hotel de cuatro estrellas es realmente caro para los sueldos de Bolivia. Unos 150 euros la noche.
Las paredes del exterior están hechas de grandes ladrillos de sal, al igual que las paredes del interior. Había también algunas estatuas simpáticas realizadas en Sal, como un gnomo, un oso polar o un muñeco de nieve.
Pero lo que más me llamo la atención fue lo no modificado o natural. Resulta que el suelo en las zonas comunes era de sal en bruto, sin comprimir ni modificar. Andabas como por una zona arenosa, solo que en vez de tierra tenía sal.
Otra curiosidad eran los relieves de las paredes, cincelados en la misma sal de los ladrillos de la pared. Estos relieves tenían motivos andinos y eran verdaderas obras de arte.
La zona de recepción era preciosa con una enorme columna con relieves y un mostrador consistente, todo ello de sal por supuesto.
En otro apartado de las zonas comunes había una chimenea de piedras y en frente un sofá de sal con cojines para suavizar su dureza. Delante del sofá un pequeña mesa redondeada y robusta también de sal.
El comedor era espectacular, ya que estaba ubicado en una construcción circular de unos 22 metros de diámetro. El techo era de vigas de madera y el suelo al igual que los pasillos era de sal a granel, las mesas en madera lucían blancos manteles en consonancia con el blanco de la sal. Por otra parte el comedor circular era muy luminoso al tener este grandes ventanales.
Los techos eran altísimos y toda la construcción tenia forma de choza gigante con techo cónico.
Una columna de 1,20 m de diametro con relieves de aves, se elevaba 8 metros desde el centro de la sala a la parte más alta de tejado cónico. Este tejado tenía grandes tragaluces que hacían más luminosa toda la estancia
La verdad es que fue increíble y entretenido visitar una construcción así.
Antes de irme no pude resistir la tentación de lamer una pared y probar su sabor salino.
A la salida del hotel y al lado de uno de sus edificios anexos había una vieja y destartalada camioneta verde. Esta era bastante antigua y lucía preciosa en aquel lugar.
La verdad es que siempre iban apareciendo sorpresas y cosas que visitar. Cuando por fin parecía que me iba adentrar en el salar, siempre surgía algo digno de verse y por lo que parase. Primero fueron las locomotoras del pueblo de Uyuni, luego el hotel de sal y cuando parecía que ya nada me detendría encontré las curiosas montoneras de sal que hay al principio del salar.
Nada más empezar a pedalear en el salar te encuentras cientos de montículos de sal que suelen recoger los trabajadores de la sal con sus camiones. Al lado o debajo de estos montones de sal se encuentran unas zonas rectangulares de unos 6 x 4 metros y un palmo de profundidad de agua.
Estas formaciones donde se extraen la sal eran bonitas y singulares y merecedoras de verse con detalle, ya que luego se da paso a un llano constante de sal con su suelo de formas geométricas durante el resto de recorrido por el salar.
Así que allí entre montículos y rectángulos de agua salina me paseé y fotografíe. Incluida la foto típica donde uno se ve pequeño al lado de algo de tamaño normal por la ilusión óptica que se produce al no haber referencias.
Después salí en dirección a la isla de Incahuasi (casa del inca en Quechua).
Mis primeras pedaladas sobre el salar ya en ritmo constante fueron gloriosas. Esa sensación de pedalear por el cielo era extraordinaria.
Tan blanco, tan inmenso, tan hermoso, con todo el tiempo del mundo, sin prisas, con el cielo azul como techo, con la sal blanca como lecho, con las miradas de las montañas lejanas, apenas un perfil insinuado. Iba cantando y silbando en mi bicicleta, emocionado como nunca.
Y sentí, sentí ,sentí como nunca que estaba vivo.
Ocho Kilómetros después aparece otra construcción de sal, un hostal medio derruido. Unas cuantas personas lo visitaban en ese momento. Habían llegado allí en dos todoterrenos. Saludé con la mano y seguí mi camino.
Cuando me quise dar cuenta vi que el sol estaba bastante bajo. Había hecho tantas paradas para ver cosas maravillosas que apenas había pedaleado ese día.
Ocho Kilómetros después de este hostal desmoronado decidí plantar mi tienda. Era lo mejor que me podía pasar. Si hubiera llegado a la isla de Incahuasi hubiera dormido en las construcciones de la isla y a cubierto. Pero al haberme entretenido más de la cuenta me permitía dormir en medio del salar.
Ese día apenas había pedaleado 44 Km, pero había visto cosas maravillosas y sitios increíbles. Me recreé con ganas en cada una de ellas y estaba feliz y en el mejor lugar del mundo.
Quedaba una hora y media de luz antes de anochecer. Así que aproveché para colocar la tienda con calma pero no sin esfuerzo. Menos mal que me había llevado una gran piedra de pedernal y que tenía por picas unos clavos de hierro de 15 centímetros de largo por medio de grosor. Los clavos los adquirí los primeros días de cicloturismo en Los Andes al comprobar que las picas de aluminio de la tienda se doblaban ante la primera resistencia del terreno. La piedra de pedernal la cogí en el pueblo de Colchani pensando que necesitaría algo contundente para clavar los clavos de la tienda. Y menos mal que llevaba ese piedrón, porque incluso con ella me la vi para poder clavar esas superpicas que eran los clavos de hierro.
Era tan dura la costra de sal que cada clavo que puse me supuso muchísimas pedradas de las fuertes. Eso sí, esa tienda estaba unida al salar férreamente.
Cené con calma y tranquilamente en medio de aquella blancura, silencio y momento mágico.
Incluso los todoterrenos habían dejado de pasar pues ya estarían en su lugar de destino.
Así que solo en aquel lugar miraba como en la línea del horizonte un sol limpio se escondía por momentos. Cuando este desapareció del todo, la temperatura pareció bajar repentinamente y el viento redoblo sus fuerzas. En el horizonte aparecieron colores rosados suaves de un ocaso único. Recogí las cosas y me metí en el saco.
Ya de noche cerrada salí fuera para ver aquellas estrellas que casi se podían tocar en aquellos cielos limpios de los Andes.
Esa noche dormí con algo de ropa puesta, ya que hacía bastante frio. En concreto -13 grados Centígrados. Y aunque tenía mi supersaco de plumas del Kilimanjaro, llevaba unos días más destemplado de la cuenta seguramente por mi pérdida de peso.
Así que con algo de frio me acosté en mi saco dentro de mi pequeña tienda.
No me dormí en seguida como otras veces por el frio, poco a poco fui entrando algo más en calor y me abandone en aquella cama blanca de 10 582 km²
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domingo, 5 de noviembre de 2017
Trenes en la Luna. Uyuni
El autobús que salía de la Paz dirección Uyuni salio a las 8 de la tarde. Me esperaban 9 o diez horas de viaje.
Me acomodé en la parte de atrás, ya que esta no estaba muy llena. Ocupé dos asientos y a ratos conseguía dormir cambiando muchas veces de postura.
Había que abrigarse ya que por la noche y debido a la velocidad el autobús se enfriaba bastante. Además la segunda mitad del viaje estaba llena de baches y se daban grandes tumbos.
Casi sin darme cuenta llegamos a las 5:30 de la mañana a Uyuni pueblo. Un montón de calles polvorientas y casas bajas´era lo que se veía en esta zona, una calle que hacía las veces de estación.
Recogí mi bicicleta totalmente llena de polvo que había entrado en los maleteros ya que parte del viaje era por camino de tierra.
Hacia muchísimo frío, entre otras cosas porque era muy temprano, Uyuni se encontraba a 3678m y estaba poco protejido y bastante expuesto, además su temperatura mínima media es de -11,7 grados centígrados.
Lo primero que hice fue buscar algún sitio para desayunar, apenas había comido nada la tarde anterior en La Paz y tenía déficit de alimentos.
Encontré una especie de cafetería restaurante con WF desde donde yamé a Marga para decirles que me encontraba bien y que seguramente pasaría algún día hasta que tuviera WF de nuevo.
Después compre algo de comida y agua para mi recorrido por el salar en un mercado callejero que estaba empezando a montarse.
Por último busqué algún sitio donde ducharme. El día anterior pedaleé hasta la Paz y luego tomé el autobús sin apenas descanso. Busque por varios sitios y al final una mujer mayor me dejo ducharme en su casa a cambio de unos pesos bolivianos.
La ducha era precaria y con agua fría. Apenas salía un hilillo de agua. Entre la falta de alimentos en mi cuerpo, el frío que hacía y la ducha helada, terminé de congelarme del todo.
Apenas tenía fuerza para vestirme. Me puse el culote de invierno largo y mis dos malliot, más un buen gorro y guantes
y salí a mi primer destino, el cementerio de locomotoras antiguas
LOCOMOTORAS ANTIGUAS DE UYUNI
Mi fascinación por las locomotoras ya la he dejado patente en otros blogs.
Aquí tenía la oportunidad de ver unas cuantas juntas a las afueras de Uyuni.
Había visto muchas fotos en Internet y me fascinaba verlas en vivo.
Estas estaban a tres km de la plaza central del pueblo y mi GPS me llevó hasta ellas.
En su momento, estos trenes fueron símbolo de progreso. En 1889 entró la primera locomotora en Uyuni. Luego siguieron otras, pero pronto descubrieron que en ellas llegaban sólo trabajadores y lo que salía de allí era mineral. Así que el progreso y prosperidad fue engañoso.
Las locomotoras y vagones se quedaron para siempre en Uyuni.
Desgraciadamente en los últimos años se han saqueado partes de estas locomotoras. Suelen venir por la noche y con sierras eléctricas cortan partes de estas y se las llevan en grandes camiones. Funden luego el metal, en muchas ocasiones partes de cobre.
Se ha intentado que hagan un museo con los trenes, pero de momento allí siguen mermando en su contenido. Un patrimonio histórico símbolo de otro tiempo que poco a poco desaparece.
Estas siguen perteneciendo a la Empresa Nacional de Ferrocarriles (Enfe) pero no se hace cargo. Se piensa que estas deberían pasar a la minicipalidad de Uyuni y así las conservarían.
De momento es un museo al aire libre donde nadie vela por la locomotoras y sólo los turistas las visitan.
Cuando llegué allí ya había tres todoterrenos con turistas que las visitaban, luego llegarían más.
En Uyuni los turistas contratan un todoterreno para un periodo de uno a 4 o más días y su primera visita antes de adentrase en el salar, es el cementerio de trenes.
Para mi fue un impacto increíble, no solo por la belleza de aquellas locomotoras, sino por el lugar, una especie de desierto polvoriento en mitad de la nada. Parecía una escena irreal.
Aquellas locomotoras y sus vagones sin apenas vías, semientrerradas en la arena por el peso enorme y el tiempo allí ancladas. Aquello era bellísimo, casi lunar.
Las enormes locomotoras estaban adornadas por los enormes remaches que unen sus partes a modo de chinchetas gigantes. Sus chimeneas eran espectaculares y sus ruedas y bielas majestuosas luchaban por no hundirse en el barro entre la época de lluvias y la seca.
Casi todas la locomotoras y vagones tenían grandes graffitis o frases pintadas, pero estos le concedían una belleza especial a las mismas. Grandes ejes con sus ruedas aparecían entre las dos hileras de locomotoras situadas a un lado y otro.
En una de las locomotoras habían desaparecido parte de sus paredes laterales del cilindro que hacía las veces de cuerpo principal. Allí habían colocado un columpio que colgaba del techo y que estaba hecho con una cadena de grandes eslabones de hierro y un asiento del mismo material. No pude evitar montar en él y disfrutar como un niño.Tampoco me resistí a recorrer las locomotoras por sus techos, tocar sus chimeneas y remaches, sus vielas retorcidas y ruedas gigantescas.
Disfruté bastante de esta visita y por lo que aprecie no fui el único, ya que los turistas estaban encantados con el lugar. Sólo que estos hacían un visita bastante rápida, se hacían unas fotos y desaparecían en el salar.
En el rato que estuve allí vinieron otros todoterrenos y se marcharon otros tantos.
En un momento dado, también decidí irme en dirección al salar, ya eran casi10 de la mañana y entre desayunos, mercados, duchas y locomotoras se me había ido mucho tiempo. Viajaba en bicicleta y me quedaba bastante para llegar. Quería ir hasta la Isla de Incahuasi o isla del pescado a 107 Km de Uyuni. Es isla porque en época de lluvias cuando el salar parece un espejo, el grupo de grandes piedras y cactus que forman esta isla parece una isla autentica rodeada de agua aunque esta levante un par de dedos. El reflejo de la isla en el agua en época de lluvia ayuda a que parezca más isla.
Hay un 27 Km hasta la entrada del salar y 80 hasta la isla.
Digo la entrada por que es la manera mas fácil casi única de entrar desde Uyuni. Ya que las rodadas de los veículos hacen que esté mas suave la sal por esa entrada. De lo contrario cualquier otro camino implica tener que afrontar las curiosas formas redondeadas y con relieve que la sal forma en el suelo. con la consiguiente incomodidad para la conducción.
Además sólo hay una carretera o camino para acercarse al salar, por lo que no hay más remedio que entrar por allí.
Ilusionado, abrigado y con agua y comida salí de Uyuni pueblo en dirección al Salar.
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Puno - Copacabana - La Paz. 3 días 300 Km
- De Puno a 26 Km de Copacabana: 116 KM 1º día.
- 16 hasta la frontera de kasani, 9 más hasta Copacabana y 83 más hasta 5 km después de la población de Huarina: 108 Km 2º día.
- 5 Km después de Huarina a La Paz 65 Km, más 11 por La Paz: 76 Km 3º día.
Desperté más tarde de lo habitual, preparé mis cosas y salí del hotel ilusionado por llegar a Bolivia. Era mi segundo país a visitar en este viaje. Atrás quedaban ya bastante lejos el río Amazonas y sus maravillosas selvas, Lima, Los Andes, el río Apurimac, el nevado de Huaytapallana, Cuzco, Machu Picchu...
Ahora cambiaría de país , los soles peruanos por los pesos bolivianos..
En Kasani estaba situada la frontera boliviana, justo 9 km antes de Copacabana.
El día era soleado y radiante, el invierno de aquí era seco y de cielos abiertos, ideal para el cicloturista. Si vienes en verano, cuando en España es invierno, te encontrarás con lluvias permanentes y caminos embarrados.
Bajo un día perfecto empecé a pedalear disfrutando del paisaje, en general bastante llano, a 4000 metros pero llano. El Altiplano recorría por aquí las orillas del lago Titicaca y era placentero ver los entrantes y salientes del agua. Algunas veces la carretera se alejaba del lago y dejabas de verlo. Otras veces este estaba a tu izquierda durante decenas de kilómetros. Notaba uno su brisa y humedad. Recuerdo este tramo como algo agradable y placentero. Además estaba menos cansado ya que había estado tres días sin pedalear.
En una de mis primeras paradas para comer algo me encontré con una mujer y su pequeña de unos 4 años que cuidaban una vacas.
Hable con ella un rato y le entró una risa tonta cuando me empeñe en fotografiarla. Llevaba dos trenzas de estilo Andino con un gorro marrón de bombín de copa altísima. La niña se interesó mucho por mi bicicleta y anduvo tocándola todo el rato. Se mostró encantada y sonriente cuando la senté en el sillín de la misma.
Me despedí de esta familia y continué mi camino.
Kilómetros más adelante, en unas casas a la derecha del camino, encontré una alpaca amarrada a una estaca a través de una cuerda. Paré para acariciarla, ya que las que había encontrado sueltas no se dejaban acercar. Esta no tenía mas remedio. Al principio tuvo ciertas reticencias pero poco a poco cedió al encanto de mis rasquidos en la nuca.
Le dí algo de fruta que comió encantada y proseguí mi camino.
Más adelante se habría una playa de piedras bastante larga frente al lago. Se veían pequeños barcos amarrados y algunas construcciones a modo de choza de piedra para protegerse del viento.
Paré aquí en una zona llamada Callumaqui, en el kilómetro 92 de mi recorrido de ese día , antes en el Km 82 había pasado por la población de Juli.
En aquella playa pedregosa me senté y contemplé la inmensidad del lago. Al otro lado podía ver con claridad la cordillera Central de los Andes en Bolivia. Entre otros distinguía el Ancohuma 6427m (en aymara: janq'u uma, "agua blanca"). Este forma un macizo y montaña junto con el Nevado Illampu, situados al oeste de Bolivia.
Era un día tan nítido que dejaba ver con claridad perfecta unas montañas situadas a 100 Km, justo en la otra orilla y ya en el lado Boliviano, aunque yo estaba todavía en el peruano.
Hice alguna foto y estuve como media hora contemplando el paisaje.
Este viaje daba para muchos lugares y momentos únicos. Estaba claro que este era uno especial. Allí solo en aquella inmensidad, con mi caballo metálico, un poco de agua y maíz tostado en mis alforjas con algo de fruta. No necesitaba más. Sin preocupaciones y con aventuras esperándome. No había mejor plan ni momento.
Después de estar en esta playa me dedique a buscar un lugar para dormir. En la misma playa me pareció muy expuesto a todo el que pasara y también muy ventoso, así que seguí mi camino. Luego probé en una especie de marismas pero el terreno era blandísimo.
Poco a poco se me iba haciendo de noche e iba descartando sitios, en todos lados había casas aisladas o no había un bosque o cobijo discreto. En el km 116 de mi recorrido, a 17 de la frontera de kasani, subí mi bicicleta a una ladera que escondía un camino de tierra que me dejaba a cubierto. Monté la tienda de noche y tumbé la bici. Luego bebí y comí algo antes de caer rendido.
FRONTERA DE KASAMI, COPACABANA
Al día siguiente emprendí mi camino a la frontera. Me abrigué bastante ya que ese día hacía bastante frió, incluso me puse en los primeros Km los guantes de escalada.
No tardé mucho en llegar a Kasani la frontera peruano-boliviana.
Aquí necesitaba tener el pasaporte sellado con la entrada en Perú.
Luego rellené un formulario con mis datos.
Antes de entrar en Kasani cambié mis últimos soles peruanos por pesos bolivianos, quedándome alguna moneda de recuerdo.
Cuando entré en Bolivia seguí pedaleando dirección Copacabana, que sólo estaba a nueve kms
Mi intención en Copacabana era ver esta población y tomar un barco a la isla del Sol, pero estos planes cambiaron.
Al llegar a Copacabana me sorprendió la cantidad de turistas que había en sus terrazas que daban a un pequeño puerto-playa orientado al lago.
Estaba lleno de barcos y barcas, algunas a pedales decoradas con dudoso gusto y con forma de cisnes o patos.
Aunque tenía ganas de ver la isla del Sol, no era una prioridad necesaria cuando ya había visitado tres islas antes, aunque esta estaba en el lado boliviano.
Estuve unas dos horas apenas en Copacabana , lo que tardé en pensar que aquella población bella y pero llena de turistas no me iba hacer perder un día en detrimento de lo que si realmente quería ver.
Apenas me quedaban 9 días de mi viaje y sí quería ver El salar de Uyuni, Potosí, Sucre y la Paz.
Así que prescindí de la isla del Sol y de más tiempo en Copacabana. Anduve desayunando un buen almuerzo antes de partir y tuve tiempo de ver la Catedral Virgen de Copacabana.
Partí sin perder un momento dirección la Paz, 147 km me separaban de mi destino.
40 km después aparece el Estrecho de Tiquina que hay que cruzar en ferry de orilla a orilla.
El estrecho tiene 780 metros de ancho y separa el lago Titicaca en dos partes. Esta es una separación (o unión), de las dos masas de agua que conforman el lago Titicaca. La parte más grande en el Norte se llama Chucuito y la más pequeña en el Sur recibe el nombre de Huiñaymarca.
Después de cruzar el estrecho continué 40 km más, en total ese día hice 16 hasta la frontera de kasani y 80 más hasta 5 km después de la población de Huarina. En total 96km
Dormí esa noche en mi tienda después de cenar en Huarina
Puse mi tienda en una ladera arbolada ya entrada la noche.
Al día siguiente me desperté relativamente tarde. Estaba perdiendo mi buena costumbre de despertarme a la 6 de la mañana y empezar a pedalear a las 6:30. El cansancio acumulado se iba notando cada día mas.
Ese día tendría una etapa no muy larga hasta La Paz. De Huarina a la capital boliviana había 70 km, a los que hay que sumar10 más pedaleando dentro de La Paz hasta llegar a mi destino. 80 Km de etapa en total.
Fue una etapa maravillosa por que llegaba a La Paz, una gran ciudad y capital de Bolivia, situada a nada menos que 3640 metros de altura.
Desde aquí tenía pensado ir a Uyuni en autobús y ver el Salar alquilando algún tour. Pero cambié de idea cuando algún cicloturista que me crucé en el camino, me dijo que pedalear en el salar era algo único.
Así que mi plan era dormir en La Paz y tomar un autobús al día siguiente dirección Uyuni. con mi bici en el autobús.
Desde Uyuni pedalearía hasta la "isla" de Incahuasi después de ver las locomotoras abandonadas a las afueras de la propia Uyuni. Desde La población de Uyuni hasta Incahuasi hay un total de total 100km de sal, dormiría y volvería a Uyuni pueblo.
Aunque pedalearía por todo el Salar de Uyuni, mi plan de ir en autobús hasta la propia población de Uyuni, conllevaba abandonar mi idea de hacer todo mi recorrido en bicicleta.
En realidad me había dado grandes palizas en bici por los Andes.
Ya no tenía tiempo de hacer mucho más si iba en bicicleta el resto de días, así que los últimos días tendría que alternar mi bici con transportes de petróleo.
Tuve la oportunidad de ver en mi trayecto desde Huarina a La Paz la Cordillera Central de los Andes en su parte boiviana , solo que ahora mucho más cerca que cuando estaba en aquella playa del Lago.
Cuando llegué la Paz justo entrando por una autopista que te deja en una especie de mirador pude apreciar la enormidad de La Paz y su multitud de casas. Adornada siempre por el nevado de Illimani 6462 m paré allí justo antes de empezar a bajar por dicha autopista hasta la plaza del Estudiante, mi destino.
Allí trataría de localizar la casa del ciclista.
https://casadeciclistas.wordpress.com/
Una especie de casa de ciclistas gratuita donde se quedan los cicloturistas de todo el mundo.
El dueño es Cristian Conitzer de origen alemán. Para alojarte en esta casa de cicloturistas hay que enviar un correo a su mail:
cdc at conitzer dot de este es el que viene en la dirección Web de la casa de ciclistas. dot es punto en alemán y at se convierte en @ y de es Deutschland (Alemania)nos queda:
CdC@conitzer.de
Desean fervientemente que su dirección física no aparezca y que todo el que quiera ir a esa casa de ciclistas en La Paz tenga antes que enviar un correo.
Incluso el correo se las trae para conseguir el auténtico.
En otra entrada ampliaré más la información de la casa de ciclistas de La Paz, donde no daré la dirección exacta pero si la forma de averiguarlo. Es la forma en que ellos lo quieren y hay que respetarlo
Dejo esto de momento:
Cristian o Ariel Conitzer
Preguntar dirección por e-mail,
CdC@conitzer.de
casa es en el centro de La Paz.
Teléfono móvil para urgencias: 00591 730-96728
https://casadeciclistas.wordpress.com/
Casa, ducha, taller y ayuda en la planificación de viajes
Una vez enviado el mail a esa dirección, Cristian te envía luego a tu correo la dirección física de la casa de ciclistas en La Paz.
Cristian Conitzer, hijo del artista Juan Conitzer -físico de profesión, competidor y apasionado del ciclismo- estableció el concepto de la casa a inicios de 2008, con el apoyo del lado paterno de su familia...
Ya hablaré mas adelante de él.
Cuando llegué al Plaza del Estudiante me costo como 40 minutos encontrar la casa, ni policías ni viandantes habían oído hablar nunca de la casa del cicloturista. Por fin, en una tienda de fotocopias una mujer supo indicarme algo. Me dio el nombre de una calle donde ella creía que estaba la casa del ciclista y para allá que me fui hasta que di con la calle en cuestión. Fui mirando portal por portal y descubrí en uno unos dibujos de cicloturismo, eran discretos pero suficiente para un ciclista.
Llamé y me abrieron, justo ese día estaba Cristian, luego descubrí que era algo inusual y lo normal que que te abrieran otros cicloturistas y te explicaran como funcionaba la casa. Nos saludamos y me enseño la casa.
Situado en un edificio de estilo antiguo con techos altos, el lugar era una extraña mezcla entre zona artística y lugar de cicloturistas. Ya me extenderé en la descripción en mi viaje de vuelta a la Paz
Hablamos Cristian y yo de los días que me quedaban y de mi periplo ciclista. Este me aconsejo el bus a Uyuni dándome la dirección de la estación desde la que salía.
Resulta que en una hora salía uno para Uyuni, justo a las 8 de la tarde. Así que me despedí de él hasta la vuelta de mi periplo boliviano. Ya que mi vuelo de vuelta a Madrid salía desde La Paz, por lo que tenia que volver a la capital de Bolivia.
Me fui pedaleando a la estación que estaba 5 km cuesta arriba hasta la terminal de autobuses La Paz.
Saqué un billete con suplemento de equipaje por la bici, saque dinero en un cajero de la estación, comí una pizza a todo trapo, gire el manillar para poder tumbar la bici al meterla en el maletero y me tumbe en la parte de atrás del autobús cuando nos dejaron entrar.
Todo esto en dos horas en La Paz a la que luego volvería con tiempo y tranquilidad.
pero por la que hoy pasaría con un estrés horroroso por el hecho de aprovechar los días y salir cuanto antes de La Paz para ver otras zonas de Bolivia.
Pero la ventaja es que al día siguiente bien temprano estaría en Uyuni entre las 5 o 6 de la mañana, justo en el Salar con días para pedalear por Potosi y Sucre.
Esa noche no dormí muy bien, a ratos lo conseguía, otras veces no, en esas 9 o 10 horas que duraba el viaje en autobús La Paz-Uyuni. Pero estaba contento ya que iba camino de un destino único en el mundo.
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